Vacaciones... a mosca

Este año no nos hemos alejado mucho de casa para disfrutar de las vacaciones de verano. En apenas un mes esperamos tener en nuestras manos una gran captura y decidimos pasar estos días en el pueblo donde pasamos muchos fines de semana. Un pequeño pueblo de sierra por el que pasa un precioso río declarado truchero... lleno de bogas.




¡Incluso saqué algún pez a seca!



Los fines de semana anteriores a las vacaciones decidí que ya era hora de pescar a mosca en el río. Mi pequeño objetivo para los 15 días de vacaciones era "conocer" el río e intentar pescarlo  a mosca con más o menos éxito. Así que para debutar y empezar a familiarizarme, en vez de buscar un coto, decidí empezar en el río pescando un pequeño tramo libre. Era plenamente consciente de que era un tramo muy corto, bastante cerrado y quizá no la mejor opción para el pescador de mosca novato. Pude comprobar que lo más importante se cumplía: las bogas se repartían por todo el río  persiguiéndose, "jugando", ocupando corrientes, remansos y pozas.

En palabras de mi amigo Juan: "Orgásmico"

Con la caña en la mano y con la teoría de las modernas pescas a ninfa bien aprendidas (perdigones, pesca al hilo...) me dirigí al río a pescar. Los inicios fueron frustrantes pero a las 2 horas de empezar a pescar empecé a tener picadas y clavar peces. Enseguida me di cuenta de uno de mis miedos para desarrollar la pesca a mosca en el río no debía ser tal. Mis deficiencias en el lanzado (¡cuánto me queda por mejorar!) no influían en la pesca. Básicamente porque en un río tan pequeño y cerrado, pescando a ninfa en las corrientes, no necesitaba lanzar, solo posar la ninfa en el principio de la corriente, dejar que profundizase y recorrer el fondo rastreando y buscando que algún pez tomase el engaño. Una pesca muy muy parecida a la pesca al tiento con la que empecé a pescar el río cuando tenía 16 años. La primera jornada terminaba con algunos peces clavados y unos pocos en mi mano.


¡Me encanta esta foto!

Saqué algún buen ejemplar.

Como soy de analizar los errores y con mi afán de simplificar al extremo me dí cuenta de que pescar con carrete no me servía de nada. Por poco que pesase no iba a aportarme nada en un escenario tan pequeño en el que el objetivo eran las pequeñas bogas. Leí un poco más, desarrollé un poco más la idea y decidí hacer un pequeño desembolso: una pequeña caña de coup cuya descripción era la siguiente: "Caña ligera y sensible para pescar la mayoría de peces blancos de agua dulce. Caña sólida, con buena potencia para luchar con peces grandes." Probé la acción de la caña en la tienda y enseguida me decidí, era lo que necesitaba.  Entonces... ¿Intentar pasar las vacaciones utilizando una caña de coup de 3 metros para pescar bogas a mosca en un pequeño río de montaña? ¿Dani, amigo, estás perdiendo la cabeza?

Esta me costó sudores que picara pero me sacó una sonrisa.

No, para nada, solo busco soluciones. No soy el primero el pescar a mosca con caña fija (los japoneses con su "Tenkara" lo llevan haciendo siglos y los gallegos pescando "a varal" muchas décadas). Asimismo no soy el primero que va a un río pequeño a intentar pescar con caña fija rastreando su cebo por el fondo (la pesca "à la barre" fue bastante popular en algunas zonas de Francia).


¡Cómo se defienden las bogas cuando el agua corre!

Y salió a posar con mi cañita.


Puedo decir que a lo largo de mis vacaciones dediqué 7 pequeñas jornadas a pescar así, con caña fija de 3 metros y una pequeña ninfa y prácticamente todas fueron un éxito. Los peces colaboraron, está claro, pero conforme avanzaban los días yo me sentía más seguro, iba refinando el montaje y utilizando patrones de ninfa que a mis amigas plateadas parecían gustarles más. Debo decir que los últimos días fueron un "festival" de capturas y lo pasé francamente bien. La conexión con el medio y los peces utilizando esta técnica fue total. 


Sólo por disfrutar de rincones como estos ya merece la pena.

A la mencionada caña de 3 metros le até una línea de nylon trenzado con forma cónica de aproximadamente 2,60 m unida a un trozo de nylon con nudos a modo de señalizador de picadas (que era especialmente útil para saber por dónde derivaba la línea en las zonas con reflejos) de 40 cm que terminaba en una microanilla. De dicha microanilla ataba un bajo más o menos largo dependiendo de la profundidad de la zona del río que estuviese pescando y, en su extremo, una pequeña ninfa o un perdigón en números 16, 18 o 20. 


Debajo de esas ramas saqué varios peces.

Algunas bogas eran bastante pequeñas.

Los peces que pesqué fueron en su inmensa mayoría bogas. Son astutas, su picada es muy tímida y te obligan a esforzarte en presentar correctamente. Cada día me gustan más. También saque alguna trucha común, de las de toda la vida, y he de decir que me ilusionaron bastante. No solo de bogas se puede vivir.


No solo de bogas vive el pescador.


Entre la hora de la merienda y la cena... ¡Al río!

Del escenario poco que explicar. Se trata de un precioso río que alterna zonas lentas con otras más rápidas y te obliga a adaptarte en cada una de las paradas que vas haciendo. El fondo es de canto rodado y las aguas son absolutamente claras y transparentes. Evidentemente, la forma de moverte por la orilla del río condiciona mucho la pesca. Los peces te ven a muchos metros de distancia. Los primeros días pequé en la zona libre pero conforme iba sintiéndome más cómodo decidí prospectar nuevos rincones. Me hice con el permiso para pescar en la zona acotada y mis capturas mejoraron en calidad y cantidad.

Básicas pero efectivas.

Las titulares de estos días.

Siguiendo con mi idea de cargar con lo mínimo posible, he cambiado mi caja de moscas por otra mucho más pequeña y fina que cabe en cualquier bolsillo. No llevo más de 40 moscas que ya empiezo a saber que funcionan con los pequeños ciprínidos. Nada de montajes complicados, todo imitaciones sencillísimas. Como iba perdiendo algunas ninfas en ramas y en el lecho del río, todas las noches, después de cenar y ya con la casa en calma, me sentaba a atar 4 o 5 nuevas ajustando algunos detalles que iba aprendiendo sobre la marcha. 


Para perderse...


... Pescando bogas.

La pesca a mosca así me sigue enganchando. Las sensaciones de libertad recorriendo el río y el contacto con la naturaleza son increíbles, mucho más que en cualquier otra técnica que haya practicado. Me quedan muchas cosas por mejorar pero empiezo a tener claros algunos conceptos. Supongo que si me sacan de "mi" trozo de río y cambiamos bogas por truchas no daría pie con bola pero esto es un proceso largo. Toca seguir aprendiendo.


Secuencia de la lucha. Se aprecia el "señalizador de picada".

Lo sé, tengo que "actualizarme" y comprar un vadeador...



Texto: Daniel Porto. Fotos: Daniel Porto

No hay comentarios

Con la tecnología de Blogger.