Pesca de barbos al feeder - Feeder barbel fishing
Después de más de mes y medio de parón nos dirigimos al río Tajo a su paso por la provincia de Toledo en busca de barbos. Habíamos marcado un par de rincones en el mapa y cargamos con un arsenal de cebadores preparados para soportar la fuerte corriente. El frío y las heladas reducen la actividad de la minitalla así que nuestros cebos eran de lo más sencillo: engodo, gusano blanco y lombriz..
El destino elegido era una zona con fondo de grava, poca profundidad y una buena corriente. Sabíamos de la existencia de una gran cantidad de barbos en ese tramo del río y pensábamos que sería un buen lugar para capturarlos. Cuando llegamos el panorama no era demasiado bueno. El nivel del río bajando y la corriente desapareciendo por probables trabajos en una presa superior... Decidimos probar por si volvían a soltar agua, montamos y lanzamos nuestros cebadores.
Un par de horas después el panorama ya era desalentador. El agua desaparecía y empezábamos a ver rocas en medio del río donde un rato antes había agua. Momento para almorzar y replantear nuestro destino. Mientras tanto un par de peleonas carpas tomaron nuestros cebos... ¿No habíamos ido a pescar barbos?
Decidimos cambiar de lugar. Sin corriente era difícil engañar a los barbos y necesitábamos buscar la salida de alguna chorrera con un mínimo de profundidad. Nos trasladamos río arriba en busca de una zona más "salvaje" que encontramos tras un par de horas de exploración. Pasamos así de pescar con menos de 30 gramos a 50 metros de la orilla a pescar con cebadores de 75 y 90 gramos apenas a 15 metros de distancia.
Tras fijar el lugar y la estrategia, el resultado no se hizo esperar. A los 20 minutos primera picada. Los barbos encuentran el rastro de nuestro engodo y nuestros gusanos y empiezan a comer. Las picadas son tan violentas que los bajos de monofilamento de 0,20 y 0,22 mm empiezan a romperse como por arte de magia.
Cambiamos el monofilamento por el trenzado y automáticamente las picadas se reducen a la cuarta parte. Los peces recelan y tenemos que afinar. Eso si, los peces que se clavan alcanzan uno tras otro nuestra moqueta.
La jornada termina en cuanto acaba la luz. Recogemos mientras el sol se pierden entre unos arboles cercanos. Un par de carpas y una docena de barbos como resultado final. Una jornada fructífera donde hemos aprendido algunos detalles que nos harán mejores en futuras jornadas.
Fotografías y texto: Sergio Agenjo y Daniel Porto.
¿Cañas en alto para reducir el efecto de la corriente? |
El destino elegido era una zona con fondo de grava, poca profundidad y una buena corriente. Sabíamos de la existencia de una gran cantidad de barbos en ese tramo del río y pensábamos que sería un buen lugar para capturarlos. Cuando llegamos el panorama no era demasiado bueno. El nivel del río bajando y la corriente desapareciendo por probables trabajos en una presa superior... Decidimos probar por si volvían a soltar agua, montamos y lanzamos nuestros cebadores.
Un par de horas después el panorama ya era desalentador. El agua desaparecía y empezábamos a ver rocas en medio del río donde un rato antes había agua. Momento para almorzar y replantear nuestro destino. Mientras tanto un par de peleonas carpas tomaron nuestros cebos... ¿No habíamos ido a pescar barbos?
Decidimos cambiar de lugar. Sin corriente era difícil engañar a los barbos y necesitábamos buscar la salida de alguna chorrera con un mínimo de profundidad. Nos trasladamos río arriba en busca de una zona más "salvaje" que encontramos tras un par de horas de exploración. Pasamos así de pescar con menos de 30 gramos a 50 metros de la orilla a pescar con cebadores de 75 y 90 gramos apenas a 15 metros de distancia.
Tras fijar el lugar y la estrategia, el resultado no se hizo esperar. A los 20 minutos primera picada. Los barbos encuentran el rastro de nuestro engodo y nuestros gusanos y empiezan a comer. Las picadas son tan violentas que los bajos de monofilamento de 0,20 y 0,22 mm empiezan a romperse como por arte de magia.
Nos sorprendió este doblete. |
Cambiamos el monofilamento por el trenzado y automáticamente las picadas se reducen a la cuarta parte. Los peces recelan y tenemos que afinar. Eso si, los peces que se clavan alcanzan uno tras otro nuestra moqueta.
La jornada termina en cuanto acaba la luz. Recogemos mientras el sol se pierden entre unos arboles cercanos. Un par de carpas y una docena de barbos como resultado final. Una jornada fructífera donde hemos aprendido algunos detalles que nos harán mejores en futuras jornadas.
Fotografías y texto: Sergio Agenjo y Daniel Porto.
Muy buen reportaje Dan, Enhorabuena a los 2 por la jornada
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