Pescando gobios

Hacía tiempo que no se escribía una crónica de una jornada de pesca en el blog. Y en esta ocasión lo que os traigo es una jornada de pesca poco común. No por la técnica empleada (empecé pescando con enchufable, terminé con la pardillera) sino por la especie que buscaba: gobios.

El resultado de la jornada: una buena "gobiada".

El gobio es un pez que siempre me ha gustado. Pez autóctono, que necesita fondos limpios de grava o arena para reproducirse, podemos encontrarlo en muchas masas de agua en la península ibérica. He leído que actúa como indicador de la buena calidad del agua. No parece tener mucho interés para la mayoría de pescadores. Y quizá por eso me guste tanto. Los pequeños ríos donde lo he pescado también contribuyen a que "me caiga bien". Esas "riberas" de no más de 10 o 12 metros de ancho y menos de 1 metro de profundidad, pequeños mundos llenos de vegetación, son mis escenarios predilectos. No suelen albergar grandes ejemplares y no llenan grandes rejones pero tienen algo diferente que me atrae.

Gobio gobio (Linnaeus, 1758)

Llevaba con ganas de ir a pescar gobios desde el pasado mes de mayo cuando paseando por la ciudad de Burgos pasamos por un puente sobre el minúsculo río Vena. Asomado por la barandilla del puente pude observar grupos de 8 o 10 gobios moviéndose por encima de un banco de arena. Pensé: "¡Qué divertido sería tentarlos con una pardillera!". Y como hasta Burgos me había llevado una boda, no la pesca, me quedé con las ganas. Tardé unos cuantos meses pero conseguí plantarme en la orilla con el objetivo claro de sacar gobios.

Una mañana cerca del final del verano decidí que ya era hora de dedicar unas horas a estos pequeños peces. Me puse en camino a un riachuelo al que tengo bastante cariño y que no pesco tanto como me gustaría. De hecho, este año apenas lo he pisado. Mucho embalse, mucha laguna y poco río. Espero cambiar esta tendencia antes de fin de año. Para mí, nada como el río.

Escenario perfecto para mi pequeña enchufable de 8 metros.

Escogí un puesto que conocía de años anteriores justo debajo de un puente. En ese punto el río es un poco más ancho, la corriente se reduce un poco y los sedimentos que arrastra el río se ha depositado formando un banco de arena de 5 o 6 metros de largo. La profundidad, con la sequía que sufrimos y el río en horas bajas, no llegaba a los 80 cm. En principio, las condiciones se presentaban ideales para la pesca que pensaba realizar.

Poca agua y mucha vegetación.

Llevé conmigo mi pequeña enchufable Middy de 8 metros. Dispone de dos kits, uno normal con elástico y otro con puntero de pelo de ballena. Conocido mi objetivo, solo saqué de la funda el kit destinado a los peces más pequeños. Sondeé el puesto con cuidado y la franja con más profundidad estaba entre 4 y 6 metros de distancia.

Los cebos y engodos elegidos para la jornada.

En cuanto a cebos, nada extraño, nada original. Para cebar utilicé Sensas Gardon 3000 con un poco de tierra para restar poder alimenticio. Para el anzuelo llevé gusano en varios colores y lombrices por si el río bajaba muy turbio después de las grandes tormentas de los días anteriores. El engodo lo dejé semiseco, lo justo para formar un pequeña bola y que no se partiese en el aire.


Algunos calandinos (Squalius alburnoides) se colaron entre los gobios.

Decidí pescar a 6 metros de distancia. Utilicé una pequeña veleta de quilla metálica de 0,30 gramos montada en una línea de 0,14 mm. El anzuelo utilizado fue un Kamasan B532 en el número 18 montado en un bajo de 0,10 mm. Plomada masiva agrupada y un plomo nº 10 como plomo de toque justo encima del bajo. Nada que se salga de lo común.

Los 15 primeros minutos fueron extraños. Supongo que después de sondear y lanzar 5 bolitas de engodo seguidas los peces estaban reacios. Poco a poco fueron acudiendo al reclamo y a partir del minuto 25 tuve un ritmo envidiable. Un visón americano que cruzó el río en un par de ocasiones provocó los únicos parones que tuve en el rato que estuve pescando.  Al responder tan bien los peces decidí ir cebando cada vez más cerca hasta que conseguí pescar únicamente con el kit como si se tratase de una pardillera.

Al final pude sacar más de 150 gobios, algunos calandinos, un cacho y una boguita. No suelo llevar el rejón conmigo pero esta vez me apetecía. ¡Llevaba más de 4 años sin meterlo en el agua! No creo que sea necesario retener a los peces más tiempo del necesario pescando por libre. Lo coloqué con cuidado y, la verdad, no sufrí ninguna baja. Todos los peces se fueron nadando sin problemas y yo conseguí hacer una foto bonita para ilustrar esta jornada.

El resultado de la jornada. "Friture" como dice mi amigo Víctor.

En las próximas semanas volveré al río en busca de peces mayores. Aunque, si estos no responden, no dudaré y seguiré divirtiendome con los gobios.


Texto: Daniel Porto. Fotos: Daniel Porto. 

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